Pensar, decir y hacer: responsabilidad de la 4T
Vicente Morales Pérez
Cada año nuevo representa una oportunidad para volver a empezar, pero también para reafirmar convicciones. El 2026 llega a México como un punto de continuidad histórica, no como una hoja en blanco. Lo que está en juego no es el inicio de algo desconocido, sino la consolidación de una transformación que nació del hartazgo social, de la desigualdad acumulada y del anhelo profundo de justicia.
La Cuarta Transformación no surgió de la improvisación. Fue el resultado de una larga lucha democrática encabezada por millones de ciudadanas y ciudadanos que decidieron cambiar el rumbo del país. Bajo el liderazgo del presidente Andrés Manuel López Obrador, México recuperó el sentido ético de la política, colocó al pueblo en el centro de las decisiones públicas y demostró que gobernar con principios no solo es posible, sino indispensable.
Hoy, esa transformación continúa con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, en una nueva etapa que exige responsabilidad, visión de largo plazo y madurez institucional. La continuidad no significa repetir mecánicamente el pasado, sino profundizar lo que ha dado resultados, corregir lo que deba ajustarse y avanzar con firmeza hacia un país más justo, más democrático y más incluyente.
Desde lo local, en Tlaxcala, entendemos que el verdadero cambio se construye territorio por territorio. No hay transformación nacional sin congresos comprometidos, sin gobiernos cercanos y sin ciudadanía activa. Por eso, uno de los grandes retos del 2026 es fortalecer el Parlamento Abierto como una práctica viva, constante y real.
El Parlamento Abierto es mucho más que una metodología legislativa. Es una forma distinta de ejercer el poder público. Significa abrir el Congreso a la sociedad, escuchar todas las voces, integrar propuestas ciudadanas y legislar con conocimiento de causa. Cuando las leyes nacen del diálogo, tienen mayor legitimidad y mayor impacto social.
La cercanía con la gente no debe ser una estrategia de temporada, sino una convicción permanente. Gobernar y legislar desde el escritorio, alejados de la realidad cotidiana, es una forma silenciosa de traición democrática. Por el contrario, caminar los municipios, escuchar las preocupaciones reales y rendir cuentas de frente fortalece la confianza y dignifica la política.
El 2026 también nos llama a no claudicar. Los procesos de transformación siempre enfrentan resistencias. Hay quienes añoran los privilegios del pasado, quienes apuestan por el desencanto y quienes buscan sembrar la idea de que nada cambia. Frente a ello, la respuesta debe ser trabajo, coherencia y resultados. La transformación se defiende gobernando bien, legislando mejor y manteniendo una relación honesta con el pueblo.
México todavía enfrenta grandes desafíos: desigualdad, inseguridad, rezagos históricos y brechas sociales profundas. Pero también cuenta con una ciudadanía más consciente, más participativa y menos dispuesta a regresar al pasado. Esa conciencia social es uno de los mayores logros de la Cuarta Transformación y debe cuidarse, fortalecerse y ampliarse. Como representante popular, el compromiso es claro: seguir trabajando con y para la gente, impulsar leyes que respondan a las necesidades reales de Tlaxcala y contribuir, desde el ámbito local, a la consolidación del proyecto nacional de transformación. La política tiene sentido cuando sirve y cuando transforma vidas, no cuando se convierte en un ejercicio de simulación.
Que el 2026 sea un año de unidad, de trabajo colectivo y de convicciones firmes. Que sea el año en que reafirmemos que la transformación continúa, que el pueblo manda y que México no dará un paso atrás. Porque cuando el cambio nace del pueblo y se sostiene con principios, no hay fuerza que lo detenga.
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