El casting de la descomposición

El casting de la descomposición

En Tlaxcala, las escuelas se están llenando de miedo. Mientras los muros de las secundarias y preparatorias se tiñen de amenazas y los patios se convierten en escenarios de violencia, desde la Secretaría de Educación Pública del estado alguien parece más ocupado en el guion de su próximo acto que en atender el drama que se desarrolla frente a sus ojos.

Hace unos días, un alumno cayó herido en la Escuela Secundaria Técnica No. 9 “Manuel García Méndez”, también aparecieron vísceras de cerdo junto a una cartulina con amenazas en el CECyTE de Mazatecochco, pero el titular de Educación en la entidad presentó el casting de “Talentos Tlaxcala”, porque, aunque las aulas sangren, el funcionario a cargo quiere su propio papel estelar rumbo al 2027.

¿Qué parte del guion se le habrá olvidado al “hijo del pueblo”? Quizás aquella que dicta que antes de construir sueños hay que garantizar seguridad, que antes de promover talentos hay que escuchar los gritos de alumnos y padres que piden seguridad.

En los últimos meses, los hechos se repiten con alarmante frecuencia, agresiones, amenazas, armas hechizas. Los padres temen por sus hijos, los maestros se enfrentan a una realidad que rebasa su vocación; los alumnos, a convivir con una violencia que ya les parece normal, y es precisamente ahí donde radica el mayor peligro, en la normalización.

Si seguimos viendo los actos violentos como “cosas de jóvenes”, como simples travesuras o deslices, estaremos legitimando un ciclo que se alimenta de abandono y de indiferencia. No hay programa cultural que compense la descomposición social si los cimientos de la seguridad, la atención emocional y el acompañamiento familiar están fracturados.

El secretario habla de juventudes que creen, que sienten, que construyen comunidad, pero lo que construyen son muros invisibles de desconfianza y desesperanza.

Alguien debería recordarle al secretario que los reflectores que tanto busca pueden apagarse en cualquier momento, especialmente cuando la realidad, esa que él prefiere ignorar, le grite desde las aulas que descuidó.