En Tlaxcala, como en muchos estados del país, los espacios políticos para la comunidad LGBT+ se ganan no solo con ideas, sino también gracias a leyes de cuotas que buscan garantizar representación. La intención es clara: visibilizar a quienes han sido históricamente invisibilizados y asegurar que su voz se escuche en la toma de decisiones. Hasta aquí, todo suena bien. El problema surge cuando la cuota se convierte en un pase rápido hacia la candidatura, y no en un compromiso genuino con la comunidad que se pretende representar.
La realidad local lo confirma: en algunos partidos, candidatos que poco o nada tienen que ver con la comunidad LGBT+ se registran como tales, aprovechando las reglas para acceder a cargos públicos. Esto genera frustración y desconfianza, no solo dentro de los colectivos, sino también entre los ciudadanos que esperan representación auténtica.
Si miramos a nivel nacional, los problemas se repiten. En Michoacán, ocho hombres fueron electos como presidentes municipales haciéndose pasar por mujeres transgénero, simplemente para cumplir con la cuota. Estos casos no son anecdóticos; reflejan la falta de mecanismos de validación claros y exponen cómo una política de inclusión puede convertirse en un recurso estratégico de quienes solo buscan el poder.
Entonces, surge la pregunta inevitable: ¿cómo garantizar que las candidaturas LGBT+ sean legítimas sin invadir la privacidad de las personas ni caer en burocracia absurda? Algunas propuestas incluyen acreditar participación activa en organizaciones, historial de lucha por los derechos de la comunidad o respaldo de colectivos reconocidos. Otros hablan de registros voluntarios que combinen confidencialidad con transparencia. La meta debe ser que la cuota cumpla su propósito original: dar voz a quienes realmente representan a la comunidad.
En Tlaxcala, esta discusión cobra especial relevancia. Con elecciones locales cada vez más competidas, los partidos deben reflexionar: la inclusión no puede ser solo un recurso estratégico; debe ser visible, auténtica y medible. Entre selfies con banderas arcoíris y discursos ensayados, queda un mensaje claro: si la cuota se queda en papel, la verdadera voz de la comunidad sigue silenciada… o en manos de quienes solo saben posar.
Y usted, ¿qué opina? Nos interesa conocer su opinión.
Punto y aparte
Nancy Blancas
correo: imperio893@gmail.com
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