El derecho a la felicidad

El derecho a la felicidad

Estimados lectores, en una de sus habituales conferencias de prensa el mandatario Andrés Manuel López Obrador, hizo referencia a incluir un nuevo modelo de medición del crecimiento económico del país, ya no basado simplemente en el producto interno bruto (PIB).

A este nuevo enfoque pretenden incluir lo que él denomina la “felicidad del pueblo”. Donde se mida el desarrollo y bienestar de las familias de los más pobres.

Este planteamiento fue sujeto de críticas por su poco grado de seriedad y rigor científico desde la perspectiva de la ciencia económica. Para otros fue un tema superfluo rayando en la frivolidad y en las ocurrencias a las que ya nos tienen acostumbrados en estos tiempos de la 4T.

Pero desde el campo de los derechos humanos, nos interrogamos si existe; ¿el derecho a la felicidad, como derecho humano?, o solo forma parte de las revistas y frivolidades del mundo del espectáculo, que sin mayor recato intelectual van teledirigiendo lo que a su parecer es la felicidad, desde una perspectiva erótica-afectiva y que mezclado con notas de infidelidades exponen lo que es la felicidad y su versión contraria la infelicidad, desdicha o desventura.

Desde la perspectiva del derecho constitucional comparado países como Japón, Corea del Sur y Brasil han elevado a rango constitucional el derecho a la felicidad como eje central de su desarrollo. Si bien el concepto mismo, es subjetivo y poco factible de medir, no es óbice para que todo país que se jacte de vivir en un marco de democracia constitucional lo pueda incluir en sus cartas fundamentales.

Tan solo, el reino de Bután con apenas un millón de habitantes, escondido entre la cordillera del Himalaya en los límites con China e India, es considerado como uno de los países más felices del mundo. Y el primer país que desafío al mundo al establecer su Índice de Felicidad Nacional para medir su desarrollo; haciendo a un lado el Producto Interno Bruto.

Nueva Zelanda, con alrededor de cinco millones de habitantes y ser uno de los primeros países de salir paulatinamente del confinamiento decretado por Covid 19, su primera ministra Jacinda Arden, hizo público su política económica de dejar a un lado el PIB, para centrarse en el bienestar de su población. Es decir, se debe priorizar la calidad de vida por encima de los indicadores económicos. Las críticas al interior de ese país por parte de la clase política se han hecho de manifiesto; para sus seguidores significa un ejemplo de “vanguardia social, para sus detractores pura retórica”.

La misma Organización de las Naciones en su resolución de 28 de junio de 2012, declaro el 20 de marzo como “Día Internacional de la Felicidad”, su objetivo apela a que los países instrumenten políticas publicas orientadas a conseguir la felicidad de sus habitantes.

En 2008 Nicolás Sarkozy, intentó hacer una métrica basada en la evaluación cognitiva de la vida, la felicidad o la satisfacción.  En tanto el premier británico David Cameron en 2010, anuncio que su gobierno empezaría a medir el bienestar de sus gobernados a través de una “encuesta de felicidad”.

Lo dicho por el Presidente López Obrador, no es descabellado, recordemos que su llegada a los Pinos, hizo crecer una infinidad de esperanzas, pero que con el paso del tiempo se van diluyendo.

Acabar con la corrupción es una de las primeras demandas históricas del pueblo mexicano. Y con este discurso se ganó a la mayoría de la clase media para arribar a la presidencia. “Primero los pobres”, fue su bandera para arrasar entre este conglomerado social. Su pelea con los empresarios a los que denomina “fifís” ha sido su eterna lucha como líder opositor y en la actualidad como titular del Poder Ejecutivo.

La polarización a la que ha sometido a la sociedad mexicana, entre pobres o ricos, chairos o fifís, neoliberales o nacionalistas, conservadores o progresistas y así un largo etcétera, en nada abonan a construir un país que tenga como medida de desarrollo la felicidad; pues cada quien vive su propia cosmovisión de vida, y en estos momentos que los estragos del desempleo, la inseguridad, la violencia, la escases, son parte de la vida cotidiana de los mexicanos, hablar de felicidad es una mera ilusión.

La impotencia de acabar con el lastre de la corrupción que lastima a una sociedad herida por tantos problemas y ver que Manuel Bartlett fue exonerado de la riqueza de propiedades que tiene acumulado y que a su junior se le beneficia con la compra de equipo a sobreprecio; que Napoleón Gómez Urrutia reemplazo a Carlos Romero Deschamps como lo más detestable del sindicalismo corrupto y que se da todo tipo de suntuosidades y, que su hijo presuma sus coches de lujo como ayer lo hacían los otros. Que al usurero de Ricardo Salinas Pliego se le otorguen contratos sin licitar para que su banco otorgue los créditos de sus programas asistencialistas, en verdad que no tiene … precio y la lista de corruptelas aún es larga.

Y luego entonces como quieren que seamos un pueblo feliz, si siguen dilapidando los recursos públicos a ojos vistos.  

Ex ombudsman tlaxcalteca y Presidente de la Academia Nacional del Derecho al Trabajo de la Asociación Nacional de Ex ombudsman, A. C.