Tlaxcala crece desde el corazón del pueblo
En Tlaxcala, algo está cambiando. Se percibe en los mercados, en los talleres, en las calles llenas de vida: nuestra economía está creciendo, pero lo más importante es que lo está haciendo con sentido, con rostro humano, desde el corazón del pueblo.
Durante mucho tiempo nos dijeron que el desarrollo era privilegio de unos cuantos, de las grandes capitales, de las zonas industriales. Pero hoy, Tlaxcala demuestra que el crecimiento también puede venir de abajo, del esfuerzo cotidiano de quienes siembran, venden, producen y emprenden en su propia tierra.
De 2018 a 2023, Tlaxcala pasó de tener poco menos de 70 mil unidades económicas a casi 88 mil. Es decir, crecimos más de un 25% en número de negocios y actividades productivas, la mayoría de ellas pequeñas, familiares, comunitarias. No son corporaciones transnacionales, son mujeres que hornean, jóvenes que emprenden, campesinos que venden directo, cooperativas que resisten. Son proyectos con alma.
Ese crecimiento se acompaña de algo igual de valioso: por primera vez, más de la mitad del personal ocupado en estas unidades económicas son mujeres. En un país donde la desigualdad laboral ha sido norma, esto es una señal clara de que estamos avanzando en justicia de género desde lo económico, desde lo real.
Además, Tlaxcala tiene hoy una de las tasas de desempleo más bajas del país. Y no es casualidad. Los programas sociales, las pensiones, las becas, las inversiones en obras locales y las políticas de cercanía han generado condiciones donde el desarrollo es más parejo, donde la gente encuentra oportunidades sin tener que migrar o endeudarse.
Pero esta no es solo una historia de cifras. Es una historia de dignidad.
Porque una economía con alma no es la que más exporta, ni la que más gana en bolsa. Es la que cuida a su gente, la que distribuye mejor, la que reconoce al trabajo como raíz del bienestar.
Por eso debemos seguir impulsando un modelo económico que:
• Fortalezca el empleo local, con salarios justos y condiciones dignas.
• Apoye a los pequeños negocios que sostienen a miles de familias.
• Acompañe al campo, con técnicas sustentables, precios justos y seguridad alimentaria.
• Reconozca el trabajo de las mujeres y promueva su autonomía económica.
• Prepare a las juventudes para un futuro donde el conocimiento, la creatividad y la comunidad sean su fuerza.
El presidente López Obrador nos enseñó que el poder debe servir al pueblo, y que el desarrollo económico no tiene sentido si no mejora la vida de la mayoría. En Tlaxcala, esa visión se ha traducido en políticas reales, en caminos que conectan comunidades, en becas que evitan la deserción escolar, en pensiones que aseguran una vejez digna.
No se trata de conformarse. Al contrario: se trata de consolidar lo alcanzado y profundizar lo justo. Tlaxcala tiene todo para ser un modelo nacional: su historia, su gente trabajadora, su ubicación estratégica, su capacidad organizativa.
Sigamos construyendo esta economía con alma, donde crecer no signifique excluir, donde producir no implique destruir, donde el bienestar no sea privilegio, sino derecho compartido.
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