Reflexiones de fin de año: Tiempo de sembrar, cosechar y defender
Cuatro días después del 24 de diciembre, cuando el bullicio de la Nochebuena ha quedado atrás y la ciudad recupera lentamente su pulso habitual, la Navidad entra en una fase distinta. Las luces siguen encendidas, pero con menos prisa; los encuentros se vuelven más breves y el silencio gana espacio. Es en este momento, lejos del ruido y más cerca de la reflexión, cuando la Navidad revela su sentido más profundo.
Estos días
posteriores invitan al balance. No al balance frío de cifras o listas, sino a
una revisión íntima y colectiva de lo vivido. ¿Qué dejamos en los otros durante
el año que termina? ¿Qué tipo de huella estamos construyendo en nuestras
familias, en nuestras comunidades, en el país? Pensar la Navidad desde este
punto nos obliga a ir más allá de la celebración y a mirar nuestras decisiones
cotidianas.
Sembrar es
el primer acto. Sembrar implica intención y paciencia. Se siembra cuando se
tiende la mano sin esperar recompensa inmediata, cuando se apuesta por el
diálogo en lugar de la descalificación, cuando se elige la cooperación por
encima del egoísmo. En lo social, sembrar significa fortalecer los lazos
comunitarios, invertir en educación, en bienestar y en oportunidades reales.
Nada de eso produce frutos de inmediato, pero todo ello construye futuro.
Después
viene la cosecha. Cosechar no siempre es cómodo, porque implica reconocer
resultados. En lo personal, cosechamos afectos, aprendizajes y también
consecuencias de nuestras omisiones. En lo colectivo, cosechamos los efectos de
las decisiones que como sociedad hemos tolerado o impulsado: mayor cohesión o
fragmentación, confianza o desánimo, inclusión o exclusión. La calma posterior
a la Navidad nos permite mirar estos frutos con mayor honestidad, sin la
urgencia del día a día.
Sin embargo,
sembrar y cosechar no bastan si no existe la disposición a defender. Defender
valores, derechos y acuerdos básicos de convivencia. Defender la dignidad
humana, la justicia social y el bien común. Defender no es imponer, sino
sostener con firmeza principios que permiten la vida en comunidad. En tiempos
de desgaste institucional y polarización social, defender lo que nos une es una
forma de responsabilidad cívica.
El Año Nuevo
se asoma como una frontera simbólica. No es un borrón y cuenta nueva, pero sí
una oportunidad para corregir el rumbo. Entre el cierre de un año y el inicio
del siguiente, se abre un espacio de decisión: qué prácticas dejamos atrás, qué
aprendizajes conservamos y qué compromisos estamos dispuestos a asumir. La
esperanza, entendida así, no es ingenua ni pasiva; es una elección consciente
que exige coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Mirar hacia
adelante con esperanza implica reconocer que el futuro no se construye solo
desde lo individual. Requiere responsabilidad compartida, instituciones sólidas
y una ciudadanía activa. Sembrar confianza, cosechar estabilidad y defender la
cohesión social son tareas que demandan constancia y participación.
Que estos
días posteriores a la Navidad nos encuentren con la serenidad suficiente para
reflexionar y con la voluntad necesaria para actuar. Que al cerrar el año
tengamos claro qué queremos seguir sembrando, qué frutos aspiramos a cosechar y
qué valores estamos dispuestos a defender sin ambigüedades. Porque más allá de
las fechas y los rituales, el verdadero sentido de estas celebraciones está en
la capacidad de transformar la reflexión en acción y la esperanza en compromiso
duradero.
Ana Lilia
Rivera Rivera
Senadora de
la República por el Estado de Tlaxcala
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