Maldad es mi nombre 

Maldad es mi nombre 

Los abuelos decían que ‘la educación se mama’, y perdón por el uso del lenguaje, pero es cierto.

Lo que sucedió en la ‘Héroes de Nacozari’ no es grave, es gravísimo.

Unos pubertos menores de quince años golpearon a uno de sus pares, un alumno de primer grado, Aldo N.

La saña fue tal, que al infante le tuvieron que extirpar el bazo, un órgano indispensable para contar con inmunidad celular.

Afortunadamente el menor se salvó, la anécdota le quedará de por vida junto con la calidad que tenga de esta, a partir de ahora.

Salvo lo que diga nuestro honorable Manuel Cid del Prado Pineda, Comisionado de la CEDH en Tlaxcala, el tema va más allá del ‘recurrente bullying’ que él mismo ve tan normal.

Se trata de justicia en contra de adolescentes que quizá por la edad poco entienden de la gravedad de sus actos. Ellos no, sus padres sí.

Ahora si no. Esta vez no tiene la culpa el señor Secretario, la directora, maestros de grupo, la reforma educativa, el magisterio ni Elba Esther, la PGJE o el Presidente Municipal.

El balón quedó en la cancha del tutor. Porque creemos que padres tienen.

Son ellos quienes deberán responder por los actos tutelados de sus hijos, infantes que, de no ser sancionados, mañana serán cualquier sicario más.

Poniendo en duda lo evidente, un acto de violencia cometido por menores que solo replican lo que ven, padres salieron a marchar para pedir justicia, perdón, ¿quién educa?

Pensamos que ‘educar’ consiste en pagar la inscripción y mandarlos a la escuela; inferimos que es allá donde se fomentan los valores y se enseña a respetar al prójimo cuando con mucho esfuerzo aprenden el Himno Nacional.

No señores, correr a la directora es la parte más sencilla de la ecuación y expulsar a los agresores repite el patrón de exclusión social.

Los menores, esos que agreden con tal maldad, son producto de sus series de sicarios en la pantalla de tv los domingos por la noche.

Son producto de permitir que sea Netflix y Facebook quienes eduquen las conciencias del mañana y de cambiar un Ipad por atención. Y de eso, poco control tiene un maestro frente a grupo.

La solución nunca fue ir a marchar por resolver el tema en un clic mediático con bandera de ‘justicia’, por justicia se murió una niñera que golpeaba menores.

Nadie dice que Aldo N. y su familia no tengan derecho a una parcial reparación del daño. Hay errores que no se reparan con dinero.

Los infractores deberán ser sancionados ¡claro!, porque deben saber a tiempo que todo acto trae consigo consecuencias.

Fortuna o no, el caso no tiene alcance jurídico para el tutelar de menores, Aldo está vivo, los padres existen; el daño puede ser reparado y todos juntos enviados de urgencia a terapia mental.

De este caso como el de tantas otras víctimas será imprescindible saber los por qué.

‘Maldad es mi nombre’ sí. Nuestros niños ya no crecen como antes, les quitamos la inocencia.

A su hogar invitamos adicciones, violencia intrafamiliar y abusos, cometidos casi siempre por los ‘adultos’ de la historia.

Papás échenle una mano a la Secretaría que con esfuerzo entrega uniformes, apliquemos el derecho de corrección todos merecen una segunda oportunidad, no para que se repita el acto sino para rescatar a una sociedad violenta y dividida.

 

A colación:

¡Maldita zorra!, no es una broma, así nos llaman a las mujeres en la web. Bueno, a la que abandonó en un costal a su hija.

Y luego, uno se pregunta ¿si esto ve mi hijo de mi?, ¿qué puedo yo esperar de él?

 

Hasta la próxima…

@nayecuca89

nayelir31@gmail.com